La 15 de Calacoto, el foco de coimas de policías de Tránsito
La intersección con la Sánchez Bustamante es el lugar donde los uniformados llegan para colocar las grapas a los vehículos mal estacionados y pedir dinero.
Alertas, siempre están alertas. A las 10:00 llegan los dos policías de Tránsito cargando las grapas. Se organizan unos minutos en la 15 de Calacoto y Sánchez Bustamante y luego se distribuyen los vehículos que están mal estacionados para trabarlos.
¿Hasta ahí todo bien? Sí. Pero todo cambia el momento de dejar la boleta de infracción en el parabrisas. Mientras uno coloca la grapa, el otro policía toma una foto del coche con su celular. Dejan la papeleta y se alejan.
"Todos saben qué hacer cuando engrapan su auto, ya saben dónde encontrarlos”, dice un empleado que trabaja en la zona. Los policías llegan a la esquina de siempre y esperan a los conductores afectados.
Fotos: Página Siete. El conductor “negocia” con el policía el retiro de la grapa.
FOTOS: PÁGINA SIETE. El policía procede a sacar la grapa de la moto tras el pago.
No tarda en llegar el primero. El hombre estacionó minutos antes su moto en plena esquina. Su motorizado está con la grapa puesta y él desesperado les consulta qué debe hacer. Uno de los uniformados lo acompaña hasta donde está la motocicleta, conversan, el conductor le entrega el dinero y en la escena siguiente se ve al efectivo destrabando la moto.
Según la norma de Tránsito, la persona infractora por estacionar su vehículo en un lugar prohibido debe pagar la multa de 50 bolivianos en el Banco Unión al presentar la boleta correspondiente. Con el comprobante de pago debe avisar a Tránsito que a su vez da parte, mediante radio, a los policías para que quiten la grapa del motorizado.
Sin embargo, esto no se cumple porque los conductores "no quieren perder tiempo” y porque los policías "necesitan ingresos”, entonces apelan a la coima. Ambas frases son los argumentos que se repiten siempre para no cumplir con la normativa.
Los efectivos cobran entre 30 y 50 bolivianos a los infractores directamente, sin que el conductor llegue al banco. En un día por lo menos colocan unas 50 grapas a los vehículos sólo en ese sector.
Son las 11:00 y en la 15 de Calacoto aún hay tres coches con las grapas puestas sin que los dueños aparezcan. Uno de los policías se acerca a los vehículos, cerca de la avenida Ballivián, y ahí espera por más de 15 minutos sin éxito, entonces decide bajar a pie por esa vía.
FOTOS: PÁGINA SIETE. Tres coches sobre la 15 de Calacoto, con grapas.
FOTOS: PÁGINA SIETE. Una mujer pregunta al policía dónde ir con la boleta.
El otro uniformado se acerca a los motorizados estacionados y cerca del mediodía aparece una mujer con la boleta de infracción en la mano. "¿A dónde tengo que ir, señor?”, se alcanza a escuchar. El policía le responde y se aleja unos pasos más allá.
Ella va a un cajero de la Torre Ketal, saca dinero y después regresa donde el mismo policía.
Pero él se incomoda porque tiene otras personas a su alrededor. Con un ademán hace que la mujer camine por delante, él va por detrás y al llegar a la esquina de la Sánchez Bustamante le iguala el paso y cruzan juntos hasta la otra calle. Se alejan más y desaparecen unos minutos.
La mujer logra salir del problema en unos 15 minutos. Ya en su coche, aparece por la calle 15 y dobla la Ballivián hacia arriba.
Esta práctica de ambos policías data de hace meses. Todos los días llegan a la misma esquina para después repartir las grapas a todos los vehículos mal estacionados. Según personas que denunciaron este hecho desde el anonimato, los uniformados hacen las "transacciones” casi siempre en esa intersección, donde tienen un espacio para dejar las grapas, algo parecido a mochilas y otros accesorios.
Página Siete llamó a la oficina de Tránsito de la zona Sur para conversar con el comandante a cargo y preguntarle si conoce sobre estas acciones irregulares y cuál es la forma de control que se tiene sobre las boletas de infracción; sin embargo, los subalternos respondieron que el jefe no se encontraba en su despacho.
El efecto de las multas y de las grapas también llega a los alrededores del colegio Domingo Savio, la rotonda de la 15 de Calacoto y las calles aledañas.
Ambos uniformados no paran. Caminan, suben y bajan con las grapas en las manos, ponen a un coche, sacan a otro después de que se les paga. Las transacciones las hacen en su espacio adaptado -en plena esquina- o al frente en medio de árboles o al lado de los mismos coches engrapados. Todo con reparo, miran a todos los lados para no dejar huella. Alertas, siempre alertas.
Fuente: Pagina Siete / Daniela Romero - La Paz