La pesadilla que vive la familia después de ataque del Shar Pei

Los padres del niño agredido ya no salen los domingos a hacer deporte, cierran sus puertas a las 18:00 de todos los días, y el hijo menor no puede dormir bien.
Padres de Mykel muestran los documentos del proceso en la Fiscalía. Sara Aliaga / Página Siete
Cierran sus puertas a las 18:00, alguien toca la puerta y abren con temor, salen a la calle y el niño afectado agarra del brazo muy fuerte a sus padres;  cuando van a la cancha de fútbol se distraen un poco, pero al ver a algún can el niño deja de jugar y vuelve asustado al lado de sus papás; el hijo menor tiene pesadillas sobre el ataque de ese día; así es cómo los miembros de la familia  que sufrió ataques de Pantuque vive después de la agresión.

"Mi hijo ya no es un niño normal, tiene  miedo a los perros de la calle; donde caminamos y aparece un perro se pone detrás de mí,  se pone pálido y me aprieta el brazo...  me siento impotente, mi hijo nunca volverá a ser el mismo”, afirma con la voz entrecortada, Ramiro Calderón, padre del niño a quien Pantuque mordió.

Sólo una casa los separa del domicilio donde vivía el can, el que  ahora está en Zoonosis, por ser reincidente en el caso de mordedura  a personas. Según las normas nacionales y municipales, lo que corresponde es la eutanasia.

En las redes sociales circula una convocatoria por la Asociación Huellitas Bolivia, que pide marchar en respaldo del can. "¿Por qué piden eso si no conocen al perro?, no estaban en el lugar de los hechos, no somos los únicos que fueron agredidos”, cuestiona Ramiro.
 
Lorena, madre del menor, asegura que todos los días tratan de ayudar a que su hijo supere el trauma, pero por la llamada de la pareja de la dueña del  perro, Miguel Ángel P., sus esfuerzos no fueron suficientes.

"Me siento mal como madre,  estábamos tratando de superarlo,  pero con la llamada y las amenazas fue peor”, manifiesta.

Ellos viven en un pequeño cuarto, que sirve de habitación, cocina y sala, no hay paredes que separen los ambientes, por ello Mykel escuchó las amenazas. "Tengo miedo”, afirma en voz baja.

Él tiene un hermano de cuatro años de edad, muy perspicaz. Carlos (nombre convencional) viene hacia su hermano y le levanta la chompa blanca y señala "¡aquí!, ¡aquí había harta sangre!; ¡aquí también el Pantuque le ha mordido!”, agrega tocándole una de las cicatrices del brazo a Mykel, mientras él trata de cubrirse rápidamente.

Carlos vio la agresión que sufrió su hermano, por lo que en la noche aún tiene pesadillas de aquel día. "‘¡No, no, el Patuque viene, no!’, es lo que grita en las noches, luego lo tranquilizamos”, confiesa Lorena.

Ramiro mira a sus hijos y las lágrimas manifiestan su pesar. "Íbamos a la cancha los domingos, les gusta la pelota, ahora ya no podemos salir porque aparece un perrito y mi hijo se sienta a mi lado y ya no se mueve”, cuenta.

Cuando tocan la puerta de su casa, todos dejan de hacer sus actividades y con temor abren la puerta, a partir de las 18:00 cierran con doble llave las puertas de su casa. Si Lorena demora unos minutos, su esposo la busca vía celular, y viceversa, como resultado de las amenazas.

Un gato negro llamado Pepe interrumpe en el lugar y se les consulta si tienen mascotas, ellos responden que no sólo es Pepe, sino dos perros criollos también: Quintín y Toribio, con quienes el niño ya no quiere jugar. "Toda la vida hemos tenido mascotas, los amamos, mis hijos saben cómo tratarlos, jamás tuvimos problemas”, añade Ramiro.

Cuando llegan de la escuela con el menor agredido, sus mascotas se acercan para recibirlos, pero él se queda quieto. "Los quiero, pero no sé qué me pasa”, dice. Asimismo, recordó a una perrita que tuvieron y que falleció naturalmente a sus casi 15 años de edad. "Ella era buena”.

A pesar de todo, la familia intenta continuar con su vida, Mykel le ayuda a su hermanito a dibujar, sus papás -artesanos de profesión- deben volver a trabajar para poder seguir con el proceso en la Fiscalía. "Solo queremos justicia”, dicen. 

Irónicamente, una de las 18 juristas que defienden a Patuque, es África Gutiérrez, hija de una conductora de televisión,  quien sufrió una agresión en junio y a la que ayudaron de manera indirecta. "Somos humanos, cuando ella sufrió esa desgracia han hecho campaña para ayudarla, nosotros hemos donado dinero, porque a cualquiera le puede pasar, y ahora ella defiende al perro que atacó a mi hijo y a mi esposa”, lamenta el padre de Mykel.

Fuente: Página Siete - Wendy Pinto

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